PALABRAS

PODREMOS ESTAR DE ACUERDO O NO, NO IMPORTA, LO REALMENTE SIGNIFICATIVO ES QUE NOS PODAMOS DAR UNA MANO Y QUE ALGO DE LO QUE ESCRIBA AQUI LE SIRVA A ALGUIEN.
PALABRAS QUE DESEO COMPARTIR CON QUIENES DESEEN LEER.

Marcela Lezana Bernárdez
Marcela Lezana Bernárdez | Crea tu insignia

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viernes, 2 de enero de 2009


HOY, MISTERIOSAMENTE, BUSCANDO UN TIPO DE LECTURA ENCONTRE OTRA Y FUE TANTA MI SATISFACCION POR ESTE MISTERIOSO HALLAZGO, QUE DECIDI TOMAR UNA PARTE PARA COMPARTIRLA YA QUE MUCHAS VECES NOS PASAN COSAS , SENTIMOS COSAS QUE TAL VEZ NO SEPAMOS BIEN COMO EXPRESAR Y AQUI HALLE ALGO QUE ME AYUDO .
XI El Undécimo Mandamiento
No Matarás Tus Sueños
UN REGALO ORIGINAL
Miré las palmas de mis manos y observé las múltiples líneas que las surcan. Es llamativo como esas líneas se bifurcan, se empalman, se interrumpen, se ensanchan o se afinan, se enlazan o se ligan. Luego, mirando con más atención descubrí mis huellas digitales y su finísimo y sinuoso dibujo. Se me ocurrió la pregunta más ingenua del día, ¿Para qué tenemos huellas digitales? No me parecía que mi vida se modificara o alterara por el simple hecho de tener o no esas huellas digitales casi invisibles. Recordé que también tenemos huellas plantares, huellas en la retina, huellas genéticas, todas únicas, originales e irrepetibles. Recordé un inquietante trabajo de investigación, desarrollado gracias a las posibilidades de la computación, que demostraba que jamás hubo huellas como las que yo tengo y que eran remotísimas las posibilidades de que alguna vez en el futuro pudieran repetirse. Esta intrigante situación me llevó a imaginar una extraordinaria respuesta a la pregunta sobre la razón de esta característica que nos hace únicos y originales en este mundo.
La respuesta parece tan simple y obvia que me estremece el sólo hecho de tomarla en consideración. Estas huellas tienen que ser un mensaje. Como una etiqueta de fábrica, como las especificaciones para el correcto uso de nuestro cuerpo y nuestro tiempo. Un mensaje tan claro, evidente, e indeleblemente inscripto en nuestro cuerpo que me da escalofríos siquiera imaginarlo: somos seres únicos e incomparables. Nunca hubo nadie como yo, ni jamás lo habrá. Esas huellas en mis manos manifiestan una posibilidad y un mandato que sólo yo puedo hacer realidad. Imagino el mensaje: "Tus manos son capaces de hacer en este mundo algo que tú únicamente puedes hacer. Esas huellas en tus pies te indican que hay caminos para abrir en este mundo que solamente tú puedes caminar. Tus ojos pueden ver algo que nadie más es capaz de ver".
Inquieto por esta posibilidad, e impulsado por la curiosidad indagué otras culturas sobre este tema y esto es lo que encontré:
Somos originales, excepcionales y extraordinarios. Somos irrepetibles y únicos. Vinimos a este mundo a dejar un regalo único, singular e inconfundible. Esta es, al mismo tiempo, una bendición y una tremenda carga. Nuestra misión es aprender y crecer. Para crecer debemos desarrollar nuestras habilidades, expresar nuestros talentos y superar nuestros vicios. Si logramos hacerlo podremos dejar nuestro regalo, un fruto, nuestra alegría, nuestra sabiduría como un legado a este mundo. Podrá ser un regalo magnífico o uno pequeño y modesto. Eso no importa porque Dios tiene dispuesto en este infinito universo un lugar privilegiado para cada regalo. Todos los regalos son importantes e imprescindibles porque forman parte de un programa universal. Cada regalo es una pequeña pieza del descomunal proyecto que se va desplegando día a día, siglo tras siglo, milenio tras milenio en este confín del universo.
A partir de esta idea, "Tú eres ese regalo único", algo formidable y terrible se va aclarando. Si no dejamos este regalo antes de irnos, ese lugar destinado a exhibirlo quedará vacío para toda la eternidad. Nadie más podrá ocuparlo. Todos pasarán por ese lugar y sentirán el frío y la oscuridad,
y dirán: "Aquí él tendría que haber depositado su regalo, pero como no lo hizo, nadie sabrá jamás quién era él realmente, y nadie más podrá dar calor y luz a este rincón".
Jamás una partitura musical es igual a otra, ninguna pintura es igual a otra, ningún poema es igual a otro. Ni una brizna de pasto es igual a otra. Ninguno de los millones de millones de microscópicos cristales de los millones de copos de nieve son idénticos. Ninguna caricia es igual a otra.
No es tan difícil encontrar ese regalo único que somos capaces de dejar en este mundo. Por favor, no se vaya de este mundo sin dejar su pequeño regalo.
El Aguatero
Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba en los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenia la mitad del agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguatero diciéndole: "Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir". El aguatero apesadumbrado, le dijo compasivamente: "Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino".
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchísimas flores hermosas a lo largo, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, solo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.
El aguatero le dijo entonces "¿Te diste cuenta que las flores solo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido cosechar estas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza".
Aceptarnos tal como somos, con nuestras virtudes y defectos, y aceptar a los demás tal como ellos son (y no como quisiéramos que fueran), es el paso fundamental para aprender a amarnos y amar a los otros. Todos tenemos grietas, pero igual podemos dejar nuestro regalo de amor. Amén.
Dr. Mario Rosen

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